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Hasta que Martín Alonso Pinzón no regresa de Roma, de un viaje comercial, la expedición al Nuevo Mundo, no toma cuerpo. Martín Alonso, no sólo sufraga una parte importante del viaje, también proporciona las mejores naves y convence a los pilotos y a la marinería más expertos para embarcar en una aventura tan incierta. Gracias a su gran experiencia náutica, Martín navegó siempre en vanguardia, reparó averías, conjuró motines, y desde su carabela Pinta, Juan Rodríguez Bermejo, gritó la palabra que cambiaría el curso de la Historia: «¡Tierra!». La relación entre Colon y Pinzón fue buena hasta la llegada al nuevo continente, pero convertido ya Colón en Almirante, cambiará de forma radical. En la anochecida del 21 de noviembre en un acaecimiento normal de la navegación a vela y al haber ordenado Colón el regreso a Cuba, Martín Alonso no vio las señales y se separó de la flotilla, llegando el primero a Babeque y a la Española. En el diario de Colón extractado por las Casas, quedó constancia de unas severas acusaciones contra Pinzón por aquella separación, pero según testimonios de los pleitos colombinos, tales imputaciones podrían no tener fundamento. La enemistad entre ambos se mantendría hasta el final del viaje. Martín fue el primero en llegar a la península, pero su fallecimiento a los pocos días lo hizo desaparecer de las recompensas y la notoriedad de la epopeya marítima más portentosa de todos los tiempos, en la que junto a él, un buen número de personajes fueron injustamente olvidados: Deza, Juan Pérez y Antonio de Marchena, sus hermanos Francisco y sobre todo Vicente, Juan de la Cosa y los palermos, los mejores nautas de la época, sin cuya intervención, hubiera sido difícil preparar la expedición. Después de más de cinco siglos, es hora de devolverle el honor y la honra al navegante de Palos, sin cuyo concurso, Colón jamás hubiera llegado a América en octubre de 1492.
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